Reconozco que nunca he sido un buen lector, qué le voy a hacer. Siempre me ha podido más ver alguna película o algún capítulo de una serie en mi tiempo libre. Fue en mi época universitaria cuando más leí, puesto que en los interminables viajes en autobús de una hora de duración hacia mi facultad tenía que matar el tiempo de alguna manera, ya que el trayecto del 27 y del C2 me lo sabía de memoria y entre 2002 y 2007 los iPads todavía no se habían inventado. Una vez licenciado, y ya con carnet de conducir, el poco tiempo libre que el trabajo me ha dejado ha hecho que lea todavía menos. Y si a eso le sumamos que sustituí la sana costumbre de leer antes de dormir por la insana de llevarme el iPad a la cama, pues os podéis imaginar a dónde ha quedado relegado mi hábito lector. En los últimos años me he dejado llevar por los títulos que más han sonado en las listas de ventas/modas o por alguna recomendación muy expresa. Y si del libro en cuestión se está desarrollando una adaptación cinematográfica o televisiva entonces despierta aún más mi interés por leerlo y por comprobar a posteriori cómo ha sido esa adaptación: qué aspectos han conservado, cuáles han eliminado para aligerar el peso, cómo han cambiado el lenguaje de un medio a otro, etc.

A principios de 2014 salió el trailer del nuevo proyecto de David Fincher, Gone Girl, la historia de una mujer que desaparecía y en la que su marido era el principal sospechoso de su posible desaparición/asesinato. Fue entonces cuando María José Rustarazo, antigua compañera de clase y actual guionista de Bambú Producciones, quien me dijo que el libro era una auténtica maravilla. No hacía falta que me dijesen más, me fiaba al cien por cien de su palabra y si encima era Fincher el encargado de trasladarlo a la gran pantalla, COMPRO. Dos semanas después, el libro terminó siendo uno de los mejores thrillers que jamás había leído. Una novela estereoscópica que continuamente va cambiando de voz (un capítulo habla el marido, otro capítulo habla la esposa), una historia que apenas transcurre en una semana, repleta de puntos de giro, de sorpresas y, sobre todo, de maldad. La novela era endiabladamente divertida, poniendo al lector en posiciones verdaderamente incómodas por parte de Gillian Flynn, la escritora, quien a mitad del libro lograba que te planteases si estabas de acuerdo con el discurso que proponía o no. Como lo bueno hay que compartirlo, no tardé en recomendar el libro a toda aquella persona que conociera, y aquellos que convencí y lo leyeron terminaron tan encantados como yo. Y lo sigo haciendo: si tenéis la oportunidad, no dejéis de leer el libro de Flynn, una auténtica gozada.

Una vez terminado y el libro y arrancada la campaña de marketing de la película, pude ir comprobando en los sucesivos trailers que Fincher se estaba ajustando muy bien al material que había escrito Flynn tanto para la novela como para el guión, ya que es la propia escritora la que está adaptando su propia novela. Y cuando por fin pude verla este fin de semana, me he llevado una auténtica sorpresa, puesto que podría catalogar a Perdida como la adaptación cinematográfica más fiel al libro que jamás he visto en mi vida. Punto por punto y coma por coma, a la película del director de Denver no le falta ni le sobra ni una palabra, logrando resumir a la perfección, y en tan solo 149 minutos, las 432 páginas que componen la novela. ¿Y esto significa que es bueno? En absoluto, puesto que para aquellos que nos hemos leído el libro, o al menos a mí me ha ocurrido, la película no me ha sorprendido en ningún momento. El libreto de Flynn es tan fiel a su material original que yo, como lector que tenía el libro tan reciente, me anticipaba a todas las escenas y todas las jugadas que Fincher propone a los espectadores. En cuanto veía aparecer a tal personaje o tal elemento ya sabía qué papel iba a jugar en la historia y cuál iba a ser su desenlace, la única satisfacción que me ha proporcionado ha sido el juego de volver a recordar un relato tan apasionante, solo que de otro modo distinto: esta vez en imágenes. Decía Nacho Vigalondo, y es una frase que me gusta mucho recordar cuando se abre el clásico debate de si un libro es mejor que la película o no, que "Si una película no se ajusta a lo que habías imaginado que verías ¡alégrate! ¡Ahora tienes dos películas en la cabeza". En el caso de la Perdida de Fincher no es así, ya que tanto libro como película son exactamente la misma.

¿Quiere decir esto que Perdida es una mala película? En absoluto, en términos objetivos (si es que puede haber objetividad en una crítica), la película sigue siendo un auténtico disfrute y un gozo cinematográfico de primer nivel. Dichosos aquellos que vayáis al cine a verla sin haber leído el material original, puesto que os vais a encontrar una historia fascinante, acompañada por una realización sublime de unos de los mejores directores de la actualidad y unas actuaciones en estado de gracia, con un Ben Affleck que por primera vez nos sorprende en mucho tiempo (el papel de marido al que los medios empiezan a acosar como Homer y su dulce cú le viene como anillo al dedo) y una Rosamund Pike como auténtica reina de la función. Perdonad que no os dé más detalles o más razones para que os animéis a ir al cine a verla, pero escribir una crítica de esta película sin desvelar detalles de su argumento y sin estropearos las sorpresas que os podéis encontrar es uno de los ejercicios críticos más difíciles de los últimos meses. Lo que sí tengo claro es que la próxima vez que Fincher adapte una novela debo esperar unos cuantos de años a que se me olvide el libro para poder ver la película.