Sevilla, a 18 de Mayo del 2010.

¿Sabes? Nunca antes te había escrito una carta. En todos estos años que hemos estado juntos nunca antes te había dedicado unas palabras. Pero antes de que te vayas para siempre de mi vida me gustaría poder dedicarte estas líneas.

Todavía recuerdo cuando te conocí en aquella Semana Santa del 2005. Nos presentó Fernando. Él había ido a la Campus Party y vino contigo de vuelta. Y recuerdo aquella tarde en que yo estaba solo y que no tenía a nadie con quien comer. Tú te sentaste a mi lado. Comenzaste a hablarme, y yo te escuchaba con interés, pero todavía no terminaba de saltar la chispa entre nosotros dos. Fue entonces en nuestra tercera cita cuando me quedé prendido de ti, cuando me enseñaste aquella silla de ruedas y la historia de quien iba en ella. Es lo que dicen de las terceras citas.

Desde aquel día nuestra relación fue intensa. Aquel mes que vino después pareció como si hubiese pasado contigo dos años intensos. Y te fuiste de vacaciones. La espera fue interminable. Intenté paliar tu ausencia con otras, pero me fue imposible. Cuando volviste en Septiembre incluso te quise organizar una fiesta, con José Antonio y María. Y tu vuelta fue apoteósica. Pero he de serte sincero y he de confesarte que disfruté las 3 primeras semanas de aquella vuelta, pero ya no volviste a ser la misma. Dijiste que te habían recortado, que tu continuidad era dudosa. Entonces estuviste 6 semanas rara. Yo tenía mis dudas en cuanto a ti. Pero me volviste a cuativar el corazón cuando me dijiste, justo antes de irte de nuevo, que teníamos que volver.

De nuevo la espera fue eterna. Quise olvidar aquel año fatídico y volver con ilusión a como estábamos al principio. Todas las relaciones tienen sus altibajos, sus más y sus menos, sus peleas. Pero cuando yo quería volver con ilusión, tú no me lo concediste.

Discúlpame si no te hice caso en aquel cuarto año, pero me defraudaste muchísimo. No parabas de hablarme de tus problemas: que si de vienen estos, que si vienen los otros, que si ellos no son los malos, que sí lo son... Ya no me hablabas del pasado, ahora me hablabas de un futuro que a día de hoy no termino de entender. Tus conversaciones me aburrían. Y entonces yo comencé a preguntarme qué fue y a dónde fueron los momentos que me diste. Dicen que de recuerdos y esperanza vive el hombre. En cambio tú seguías conmigo y cambiaste tu actitud. En nuestro quinto año procuraste entretenerme, saltando hacia alante y atrás en el tiempo. Y de hecho lo hiciste, vi en ti la compañera perfecta con quien pasar el rato. Pero ya no eras la misma.

Y cuando volviste para pasar el último curso conmigo me engañaste. Te creíste que era ingenuo y que no me daría cuenta. Me hablaste de cosas que nunca me habías mencionado. Me hablabas de gente nueva y querías descubrirme cosas nuevas. Pero yo ya vi tu verdadera cara: el engaño, la mentira, las falsas excusas con las que no sabías cómo contestar a mis preguntas. Intentabas liar el asunto y estirabas tus sucias palabras. Muchos decían que debía comprenderte, muchos te defendían.

Quisiera hacerlo, quisera comprenderte, entenderte. Volver a amarte. Pero creo que eso será imposible.

Te escribo esto porque no sé si podré perdonarte. No sé si lo que me dirás el domingo me llegará al corazón. No sé si querré volver a empezar contigo. No sé si echaré la vista atrás y veré estos 6 años con otros ojos.

Lo que sí sé es que aunque te vayas de mi vida y te pierdas por siempre... parte de mí se irá contigo y ya jamás podré olvidarte.