Podríamos definir el 2015 como el año en que las productoras cinematográficas estadounidenses han usado la nostalgia fílmica de los espectadores como el principal arma para que volvamos a las salas de cine.  Dentro de un mes nos volverán a abrir las puertas de un parque de dinosaurios que cerraron hace 22 años porque la seguridad no funcionó bien, en tan solo dos semanas una familia volverá a habitar una casa encantada por los traviesos poltergeists, Han Solo y Chewwie volverán a casa por navidad y, entre viejos encuentros en las salas de cine, nos anuncian que Indiana Jones volverá a agarrar el látigo para que podamos continuar reviviendo las aventuras que comenzamos a ver cuando éramos niños. No es la primera vez que escribo sobre la reiterante pauta de Hollywood de orquestar remakes de antiguas obras con una distancia temporal de 20 o 30 años con una doble intención: que los espectadores adultos y sin tiempo/recursos para consumir cine lo hagan sobre una baza segura que ya conocen y para que las nuevas generaciones que antes no conocían estas franquicias y sagas empiecen a consumirlas en todos los formatos que el transmedia y el merchandising le permita hacerlo. Y todo esto anterior parecía en un principio que podía aplicarse a la noticia de que Mad Max, el guerrero de la carretera, iba a tener una cuarta entrega en forma de reboot de saga. Pero nada más alejado de la realidad.

En estos últimos tres años, una minúscula parte del cine de acción se ha visto revigorizada gracias a las dos últimas entregas de la saga Fast & Furious. Que Warner Brothers quisiera optar a llevarse parte de este pastel que se está empezando a hornear de nuevo no era de extrañar, más aún si entraban a jugar con el reinicio de una saga que llevaba muerta 30 años (la última entrega, La Cúpula del Trueno, es del 85). Pero en cuanto Charlize Theron agarra el volante de su camión semi-remolque con seis ruedas motrices, dieciocho ejes y nosecuántos motores V8, te das cuenta que las intenciones de George Miller nunca fueron hacer un simple reinicio de la saga para ganar dinero. Mad Max: Furia en la Carretera es mucho más que eso. La película comienza con Tom Hardy de pie y meando, situando al espectador en un escenario ficticio con tan solo 3 frases y ahorrándose todo un prólogo (post)apocalíptico. A partir de ahí la película ya sólo puede ir para arriba: desde el mismo inicio comienza una persecución de casi dos horas de duración en la que a los personajes y al propio espectador se le deja respirar en muy pocas ocasiones, las necesarias para coger aliento y volver a agarrar el volante. Es más, cuando te crees que una secuencia ha terminado es que tan sólo ha comenzado la siguiente. Y todo lo que podremos ver es una auténtica locura, como el propio nombre de la saga sugiere. 


La acción es la forma más pura del cine. De hecho, cuando se rueda una escena y las cámaras se ponen en marcha los directores gritan ¡acción! Y tampoco es casualidad que en inglés se use la palabra "movies" para nombrar a las películas: el movimiento. La acción puede venir de muchas maneras: danza, caídas, personajes que avanzan física y emocionalmente... incluso el estar parado en una situación es una forma de movimiento. Y en este sentido, el del movimiento clásico, no veremos una película mejor que Mad Max en lo que va de año. Y en muchos venideros, seguramente. Lo que hace Mad Max: Furia en la Carretera es, básicamente, humillar a todo el cine de acción de la década pasada. Es lo que ocurre cuando George Miller, a sus 70 palos de edad, se le da tecnología y 150 millones de dólares para hacer uso de ella. Miller, quien lleva casi cuarenta años en el juego de rodar películas, da una lección magistral de planificación y montaje cinematográfico a todos los directores jóvenes (y no tan jóvenes) que se han atrevido a destruir ciudades por ordenador y a diseñar secuencias de mamporros y destrucción con un montaje atropellado en las que directamente no te enteras de qué está pasando o de quién está disparando a quién ni por qué lo está haciendo. Inclúyanse en esta nómina a todos los Michael Bays, a los Justin Lins o incluso a los Joss Whedons de las últimas semanas. En esta película ha habido casi 300 especialistas que si han tenido que lanzarse de lo alto de un camión hacia un coche ardiendo lleno de pinchos, con el riesgo y miedo de matarse en mitad de plano, lo han hecho. Y se nota. Y se agradece.

Y una vez que el espectador sale del cine se va a quedar con dos ideas que le rondarán la cabeza durante muchos días y quizás muchas semanas: una de ellas es que ha visto un pajote visual de primera categoría, de esos que no se veían desde que los Wachowski rodasen Speed Racer, esa otra locura con carreras vertiginosas que parecían diseñadas por el mismísimo hipnosapo; la otra idea es que si hay algo que destaca por encima de todo en esta película es que son las mujeres quienes toman el control de la cinta, de la historia, de la carretera y de nuestras emociones como público

Max (Tom Hardy) no es el salvador de las distintas mujeres que aparecen en la película, sino que es Furiosa (Charlize Theron) quien las salva y quien las rescata de los muchos abusos sexuales que han sufrido y que no vemos. La historia trata sobre mujeres ayudando a otras mujeres, una historia en la que Max es un aliado. La película insiste en la idea del hombre como aliado de la mujer, como instrumento, Max como hombro para Furiosa como francotiradora. George Miller agarra a Charlize Theron y la convierte en mito y diosa absoluta, un auténtico icono que sobrevivirá durante años. Imperator Furiosa es la nueva Sigourney Weaver, pero no del mismo modo en que James Cameron representase a sus mujeres en su cine que, a pesar de ser enormemente poderosas (las Ripley, las Sarah Connor y las Neytiri), quizás las masculinizase demasiado.


En cualquier otra película del género, la mujer hubiese sido simplemente ruido de fondo o un mero objeto que el héroe de la historia debiese salvar. Pero Mad Max: Furi(os)a en la Carretera no es este tipo de película. Aquí todos los personajes femeninos están desarrollados completamente y cada una siente o reacciona de manera diferente, de la forma en la que actuaría un ser humano: algunas se encogen por el miedo, otras quieren volver a lo que ya conocían, la mayoría tienen esperanza pero, sobre todo, las valquirias de esta historia tienen coraje y coño para que el tercer acto sea un auténtico caballo/camión de Troya en el que guardan una bala para cada hombre. George Miller desarrolla una historia que habla sobre el empoderamiento de las mujeres como clave en el progreso y desarrollo de este nuevo escenario de ciencia ficción. El mundo en el que habitan los locos de la carretera ha sido destruido por los hombres, y son las mujeres las que toman las riendas de sus vidas y deciden escapar del harén/prisión en el que se ven sometidas hacia un paraíso que anteriormente conocieron. De hecho, que el espectador joven no se asuste cuando vaya a ver esta nueva entrega, ya que hombres en esta historia tan sólo hay tres, uno de ellos es absolutamente despreciable, y el resto del elenco son todo mujeres. En el mundo de Mad Max las mujeres tienen cualidades femeninas tradicionales como que proporcionan la vida y son cuidadosas, pero al mismo tiempo son capaces de meterte un balazo entre ceja y ceja mientras conducen una motocicleta a toda hostia por el desierto australiano. Mujeres que escriben en las paredes de las habitaciones en las que están encerradas que "no son cosas". Lo más puristas quizás les moleste que Max sea relegado a secundario en su propia película, pero es que el personaje de Furiosa es tan poderoso que no podía ser de otro modo. En cuanto Max, quien siempre ha actuado como llanero solitario, comienza a colaborar con ella y suena el tema de Brothers In Arms de Junkie XL la película se eleva hacia un altar fílmico como pocas veces hemos visto y veremos en el cine.

Mad Max: Furia en la Carretera es la película que te hace mirar atrás y darte cuenta que las películas de acción que habías visto y creías que estaban bien rodadas no lo están. Mad Max es la cinta que resonará durante meses en la cabeza de todos aquellos que la hemos visto y que nos preguntamos cuándo volveremos a ver algo tan loco (mad) en el cine.