Hace 7 meses que no escribía en este blog. Ha pasado tanto tiempo que no sabía cómo enfrentarme de nuevo al reto del folio en blanco. Podría decirse que he estado desde varios minutos a más de medio sin saber qué escribir. De hecho, he estado a esto de empezar mi entrada con un "Llamadme Ismael", en homenaje a aquella novela que se decía que Herman Melville no sabía cómo comenzar. En mi última entrada hablaba sobre El Hombre de Acero, y a lo largo de todos estos meses no sé si es que no he tenido tiempo o no he tenido ganas de retomar esta bitácora, tan sólo espero que haya sido debido a lo primero. Lo que sí tengo claro es que debo reinventar el concepto del mismo, la red ha cambiado mucho y el mundo y la gente gira demasiado deprisa como para detenerse a leer una crítica extensa que le tenga ocupado más de cinco minutos leyendo mis tonterías. Hemos pasado de escribir críticas elaboradas a intentar concentrarlas con ingenio en 140 caracteres. Y cuidado con escribir más de dos tuits que a lo mejor aburres.

Pero muchos de vosotros me habéis preguntado que cuándo iba a volver a escribir. No insistáis, por favor, que me lo voy a terminar creyendo y eso no es bueno. Es por ello que llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza a una nueva idea: escoger un aspecto muy determinado de la película que haya visto y centrarme en él, nada de hacer un repaso completo a los aspectos técnicos, dirección, interpretaciones, etecé, etecé. Centrarme en ese tema muy concreto y no irme por las ramas, que la gente no tiene tiempo para que yo divague. Ni que decir tiene que tampoco pienso contar el argumento de ninguna, es la primera forma de arruinar una crítica.

Y para retomar de nuevo mis aventuras en la blogosfera le ha tocado el turno a AMERICAN HUSTLE (David O. Rusell), pero esta tiene un problema: que me ha dejado un poco indiferente, y eso es lo peor que le podría pasar una película. No me ha entusiasmado lo suficiente como para poder alabarla ni me ha cabreado lo suficiente como para que despertara algo en mí para atacarla. Buenas interpretaciones ayudadas por pelucas que gracias a la laca desafiaban a las leyes de la gravedad, unos escotes que obligaban a David O. Rusell a cerrar pronto el plano para que el público masculino no perdiera el hilo de lo que estaba ocurriendo en pantalla y una Jennifer Lawrence en estado de gracia bailando y cantando una loca mientras fregaba una cocina a la que previamente casi le prende fuego en un papel escrito expresamente para ella. Un director que ha querido jugar a ser Scorsesse y que ha terminando resolviendo una trama que, debido al carisma de sus actores, poco importa; con un final que ya es la tercera vez que me lo encuentro calcado de otras películas anteriores. 
Ninguno de estos temas me bastan como para poder escribir algo inteligente sobre ello. Espero la próxima cinta sí lo haga, ya sea para lo bueno como para lo malo. De todos modos no quisiera terminar sin daros las gracias a los que de vez en cuando me preguntabais que cuándo iba a volver a escribir en el blog, a la par que os pido perdón por la basura que acabo de firmar. Disculpadme, todavía estoy arrancando, dadme tiempo y dejadme que vea mejores cosas.