Es bastante probable que al espectador español le cueste trabajo en entrar de lleno en La Lego Película. Quizá los muñecos y el universo de construcción de Lego no terminen de llegar tanto a nuestro público ya que en nuestro país siempre ha habido más tradición de los muñecos de Playmóbil que de los otros; o quizá se deba también porque el primer acto de la cinta construye al clásico héroe de Joseph Campbell de una manera demasiado simple, como si los directores hubiesen cogido El Héroe de las Mil Caras y lo hubiesen armado paso a paso como los manuales de instrucciones que rigen la vida del protagonista.

Pero en cuanto Phil Lord y Christopher Miller, directores y también guionistas, justifican la entrada de otras grandes franquicias -de las que tanto Warner como Lego poseen los derechos de explotación- en la trama es cuando la locura se desata y convierte a esta megaconstrucción en el mayor gazpacho de cultura popular que hemos visto en mucho tiempo. No solo hace guiños con muchos de los iconos de la cultura, sino que coge otros y les da una vuelta de tuerca inesperada. Como ese Batman, lo mejor de la película -gracias también a un genial doblaje autoparódico en la mayoría de las ocasiones-, que termina yéndose de juega con ciertos personajes de otra franquicia muy muy lejana y vuelve aburrido porque "son todo tíos", la resolución de esta escena es simplemente demencial. Son tantos los guiños al espectador (adulto) que la cinta necesita un segundo visionado para poder captarlos todos.

Y no sólo se hace necesario un revisionado para pillar todas las referencias culturales, sino para poder entender en su totalidad una trama que, aunque en un principio parece simple -como apuntábamos anteriormente-, el último y emotivo tramo final logra que toda la historia cobre sentido y nos emocione, puesto que los últimos quince minutos atacan directamente al corazón del adulto y al del niño que una vez fuimos. El tercer acto de la película no supone un salto de fe, sino todo lo contrario: una caída de fe hacia un abismo que lleva al personaje principal y nosotros mismos a otro universo completamente diferente en el que los adultos no tienen tiempo para juegos y los niños nos hacen ver que a veces es lo que más necesitamos: jugar.