Esta historia que os voy a contar es real. Alguien que conozco llegó a soñar de verdad con Freddy Krueger. Según nos contó fue una pesadilla horrible: soñaba que corría por un pasillo de su casa y Freddy le perseguía con sus afiladas garras. Cuanto más corría por el pasillo más largo se hacía, más se estiraba y más imposible era llegar al final. Cada vez que giraba el cuello allí volvía a estar Freddy, persiguiéndole e intentando alcanzarlo. Él seguía corriendo, desesperado. Y en una de las veces que giró la cabeza para ver si seguía... ya no estaba. Entonces, según nos contó, volvió a mirar al frente y se dio cuenta que lo tenía delante, pero esta vez a cuatro patas y mi amigo estaba endiñándole por el culo a Freddy.

He creído que contar esta pesadilla es más útil y gracioso que contar cualquier cosa de las dos películas que vi ayer con Rafa: original y remake de Pesadilla en Elm Street. La original data de 1984, año de mi nacimiento. Y por aquel entonces, tras Norman Bates, Jason y Cara de Cuero el género slasher volvió a ponerse de moda gracias al jardinero pedófilo-psicópata que creó Wes Craven. La original es una película ochentera en toda regla: situaciones absurdas, sintetizadores chungos, jóvenes en apuros, un asesino que nunca deja de perseguir... y con raciones de sexo juvenil de los 80 para alterar las hormonas un poquito. Es curioso ver la ideología que contiene la película: la primera chica en morir es aquella que no respeta la moralidad cristiana, aquella que a los 15 años se está zumbando al macarra en su habitación aprovechando que los padres se han ido. En cambio, la chica virginal y moral logra sobrevivir hasta el final de la película.

Quizás en parte me llevé una decepción, porque el personaje de Krueger, quien se supone que es el rey de la función, está muy mal dibujado y llega a ser una caricatura. De hecho, creía que los que hacían de Freddy en el Tunel del Terror de la Calle del Infierno venían a ser una parodia del asesino, pero cuando vi ayer la película original me di cuenta que lo que hacían los feriantes eran sinceros homenajes, puesto que es así el Freddy que nos encontramos: torpe, patizambo, ridículo y muy poco terrorífico. Supongo que influyó mucho el hecho que la viese con 26 años y no con 7. Quizás en su época me hubiese impuesto más respeto (como la película de Grease, que la vi con 17 y me pareció una de las mayores chorradas de la historia).

El remake tampoco ayuda demasiado, porque nos encontramos con una adaptación y un homenaje tan tan fiel que hasta la planificación y la acción están calcadas de la original. ¿Resultado? Que las pesadillas no dan miedo y están igual de chusqueramente planificadas. A un servidor esto le molesta mucho puesto que el productor es Michael Bay, tío que tiene dinero imaginación y recursos suficientes para transformar un camión en un robot de 12 metros pero con una pesadilla no hace absolutamente nada. Quizás ese estilo visual diese miedo en los 80 (no lo niego), pero han pasado 26 años y tras habernos pateado los vídeos de SnuffXXX ya pocas cosas hay que nos puedan asustar.

Al menos Jackie Earl Harley intenta darle un poco más de seriedad de la que le dio Englund al personaje, intentando (aunque no consiguiéndolo) que no caiga en el ridículo. Pero tristemente vuelve a estar rodeado de los tópicos más dañinos del cine de terror adolescente: actores guapísimos pero estupidísimos, un guión mascaete mascaete y con sustos de violín que suenan a 234db, algo perjudicial para nuestros oídos y nervios. No es miedo inteligente, son sustos de los malos y de los típicos: da igual si pones un plano de un campo de margaritas o un perrito recién nacido, gracias a los estruendosos golpes de violines acojonarán hasta el más valiente.


Como bien dijo Rafa al volver a casa: mi verdadera pesadilla comienza el viernes, que es cuando me voy a sacar el abono del Betis.