El sábado pasado un amigo me hizo una pregunta a la que supe encontrarle rápidamente la respuesta exacta: Oye, ¿tú sigues comprándote Fotogramas o Imágenes (de Actualidad)? Le contesté que no, aclarándole que no compro revistas de cine desde el mismo momento en el que compré mi primer iPad y sustituí la palabra impresa por la digital en el cuarto de baño. Y quien dice el cuarto de baño dice el salón o la cama, no vayáis a pensar que sólo leo mientras hago de vientre. A la pregunta de mi amigo se sumó la reflexión de que las revistas de cine hace ya muchos años que dejaron de tener sentido. O al menos sólo lo tenían cuando no podíamos acceder inmediatamente a la información y críticas de las películas o cuándo ellas solas tenían el poder de publicar, gracias al material inédito que le proporcionaban las distribuidoras, imágenes en exclusiva de tal o cual película que todavía estaban rodando en Estados Unidos. Y si por alguna extraña razón cae alguna en nuestras manos no es de extrañar que la mayoría del contenido ya lo hayamos visto meses antes circulando por la red.

A día de hoy la revista de cine ha quedado relegada a que puedas leer una entrevista a alguien muy particular, que la misma esté especializada en una temática muy concreta (como puede ser Sci-Fi Magazine, especializada en el terror y la ciencia ficción) o que los análisis de los distintos estrenos se hagan en profundidad o dediquen especiales a figuras del cine (como puede ser antigua la Cahiers du Cinéma -a día de hoy Caimán Cuadernos de Cine- o Dirigido Por). De las críticas de quienes escriben en ellas ya no cuentan, porque los mismos críticos se encargarán de publicarla en su timeline de Twitter, si los seguís. Desde la proliferación de medios especializados a mediados de la década pasada, esta exclusividad de las revistas de publicar contenido exclusivo se fue por la borda en muy poco tiempo. Es cierto que aún no existían las redes sociales, pero los aficionados al cine teníamos nuestras tres o cuatro webs de cabecera como Dark Horizons o la ya desaparecida Tu Blog de Cine que visitábamos varias veces al día para enterarnos de los contenidos y noticias nuevas que salían en cada momento. Por no hablar de la aparición de páginas de Facebook y usuarios de Twitter, redes instantáneas que a día de hoy nos brindan en bandeja el material directamente en nuestro timeline sin necesidad de visitar la web intermediaria que nos pudiera ofrecer el contenido. Ya no me acuerdo de cuándo fue la última vez que entré en Blogdecine si no fue expresamente para leer alguna crítica de Alberto Abuín, el único salvable de todo aquel elenco que empezó (y el único autor con el que, una década después, sigo aprendiendo cada vez que le leo).

Después de la pregunta anterior sobre las revistas, a mi amigo y a mí nos invadió la nostalgia mientras andábamos y surgió otra pregunta: ¿Y te acuerdas de la época en la que nos enterábamos de los estrenos porque veíamos los trailers en el cine? Mi amigo vio mi carta y subió la apuesta, diciéndome que él incluso se acordaba de que estaban rodando tal o cual película porque había visto el póster en las paredes del multicines. Otro de los factores mágicos del cine de los años 90 que fusiló Internet, sin piedad alguna. Aún recuerdo aquel verano del 97 en el que Roland Emmerich se mofaba de los dinosaurios de Spielberg proyectando con su Mundo Perdido un trailer en el que se veía cómo un esqueleto de tiranosaurio (emblema de la saga) era aplastado sin contemplación por una pata gigantesca de otro bichaco emblemático. Por poner un ejemplo. Y ya no hablemos de aquellos trailers en los que la gente pagaba la entrada para una película de Drew Barrymore y luego se salía antes de que empezara porque ya había visto lo que quería.

Ambos fenómenos son algo que no creo que se vuelva a poder repetir en la vida, o no al menos por cómo está establecido el consumo cinematográfico en nuestra década. Entrábamos en la sala no sólo con la ilusión de ver la película, sino de volver a presenciar aquel impresionante avance de esa nave espacial gigantesca que posaba su rayo de muerte y destrucción sobre la Casa Blanca, por poner otro ejemplo. Estoy seguro que cuando lancen el primer avance de la secuela de Independence Day no tardaré más de media hora en haberlo visto, al igual que medio mundo. Las redes sociales y el fenómeno talifán (mezcla del término fan y de talibán, palabro que descubrí el otro día y que me encantó) han logrado que hoy sea noticia que quedan dos o tres días no ya para que estrenen la película, sino para que se publique el tráiler en las redes sociales. A esto hemos llegado, a viralizar y darle categoría de noticia el que se publique una nueva foto del Joker de Jared Leto con bastón y pantalón de chándal. Podría estar hasta que acabe al año que viene poniendo ejemplos, pero creo que con un par de ellos basta.

Si en los años 90 veíamos un tráiler, quedábamos maravillados y deseosos que la próxima vez que volviéramos al cine nos lo volvieran a proyectar. Y a no ser que Antena 3 lo anunciara como noticia, aquella era la única manera de volver a verlo. Hoy en día el tercer trailer de El Despertar de la Fuerza logra más de 50 millones de visionados en su primera semana. Y gana otra reproducción más porque me aburro mientras espero en la parada a que llegue mi autobús.