Tres han sido las razones que me han llevado a escribir esta entrada en un día como hoy: la primera es que ayer vi un tweet publicado por @garzari que decía "-¿Recuerdas que hacías el 11-S? -El de 2001, ver el telediario. Y el de los 11 años siguientes, contestar esta puta pregunta."; la segunda razón es que hoy martes Cinesur hace una oferta especial de cine; y la tercera, y más importante de todas, es que hace mucho que no escribo en este pequeño espacio llamado blog.

Muchos de los que me conocéis sabéis qué estuve haciendo el 11-S. Y para los que no lo sabéis os lo digo sin tapujos: estaba jugando al ordenador con un vecino mío. Así de claro. Pero no me toméis por un irresponsable o un insensato que se perdió cómo el mundo cambiaba para siempre en dos horas. Que (mi vecino y) yo me perdiese ese evento tiene sus motivos, si me dejáis contároslo como anécdota.

El 11 de septiembre del 2001 yo rondaba los 17 años recién cumplidos y mi máxima preocupación en la vida era llegar a la nota de corte que me exigía la Universidad de Sevilla. Era un martes de verano como otro cualquiera, y después de la piscina yo quedé con mi vecino @pixelinpictures (que rondaba los 14) para jugar en mi casa al ordenador después de comer. Hasta ahí todo normal, ¿verdad? Pues aquí vienen los factores que se alinearon para que yo me perdiera el acontecimiento más importante de la historia contemporánea.

El primero de ellos es que durante toda mi vida mis padres y yo hemos comido en una mesa de la cocina en la que no tenemos televisión ni ponemos la radio. La mesa para nosotros ha sido el punto de encuentro diario donde nada ni nadie del mundo nos interrumpe. Y claro, el primer avión impactó mientras me llevaba a la boca otro pincho de tortilla (no recuerdo qué estaba comiendo, pero me hubiera gustado comer tortilla). Ni nos enteramos.

Terminamos de comer a las 3 menos algo, y a los cinco minutos @pixelinpictures llamó a mi puerta. Le abrí y entonces vi que mi padre tenía puesto el telediario, recién empezado, con una imagen cuanto menos impactante: estaba saliendo humo de una de las Torres Gemelas. ¿Qué ha pasado?, pregunté, y mi padre me contestó lo que el mundo y las agencias de noticias sabían aquel momento: que por lo visto se había estrellado una avioneta. Qué putada, pensé, espero que se solucione y todo vuelva a la normalidad. No le di más importancia, la verdad, porque la información que me dieron no la merecía: una "avioneta" se había estrellado, qué mala suerte. Seguimos nuestro camino hacia mi habitación.

Pixelin y yo nos recluimos durante 2 horas y poco, absortos en el juego que nos traíamos entre manos. A las 5 y algo tuve que parar la partida porque tenía cita con el dentista y luego cita con unos amigos para ir al cine. Cuando salí a la puerta a despedirle mi padre seguía viendo el telediario. Qué raro, pensé, sigue todavía el telediario y son más de las 5 de la tarde. ¿Qué ha pasado con la avioneta?, le pregunté a mi padre. A lo que nos contestó: se han caído las Torres.

¿QUÉ!?

Que se han caído las Torres, me repitió. Miré a Pixelin buscando una sonrisa cómplice como si mi padre nos estuviera gastando una broma, nos reímos y seguí mirando la pantalla. Pero entonces empezábamos a ver imágenes que demostraban que mi padre no estaba de broma. Entonces, incrédulos, empezamos a recabar de repente toda la información que el mundo tardó 2 horas (y años) en asimilar. No nos lo creíamos, y seguimos sin poder creerlo. Me hubiese gustado quedarme sentado en el salón de mi casa viendo las noticias por las que todo el mundo estuvo pendiente, pero tenía cita con el dentista. A mi regreso de la clínica me hubiese gustado ver el informativo de por la noche, pero ¡también había quedado con mis amigos para ir al cine! Y claro, no los iba a dejar tirados. Fuimos a ver Los Otros (Alejandro Amenábar) a una sesión que jamás olvidaré (21:00, Sala 15, Nervión Plaza) porque estábamos pensando más en lo que estaba pasando fuera en el mundo que en la propia película. Aquella sesión también fue en un martes, en los mismos cines que hoy hacen la promoción, por eso me he acordado tanto de este día.

Entre que no comemos con las noticias, que cuando llegó @pixelin justo a esa hora nadie sabía que ocurría  de verdad, que mis padres estaban tan absortos en las noticias que tampoco me dijeron nada y que luego no pude detenerme en mi casa... me lo perdí todo. Aunque preferiría que nada de aquello hubiese sucedido.

Hoy esto no hubiese ocurrido de la misma manera. Hace 11 años todavía había gente que no tenía móvil y el mayor avance tecnológico seguía siendo el SMS. Imaginaos cómo hubiese sido hoy con Twitter. De hecho, si hubiese habido Twitter hace 11 años quién sabe si el ataque se hubiese podido evitar, puesto que nos hubiéramos enterado de los secuestros en cuestión de minutos. Quién sabe las actuaciones que podrían haber tomado los cuerpos de seguridad de las distintas ciudades estadounidense, quién sabe cuántas vidas podrían haberse salvado si hubiésemos tenido la información con la misma rapidez que la tenemos hoy en día.