Que conste que Misión Imposible: Protocolo Fantasma me ha gustado muchísimo. Creo que desde Casino Royale -estrenada por estas fechas allá en el 2006- no me entretenía tanto viendo una película de acción. La nueva entrega de la franquicia está planificada y rodada con un ritmo impecable. La película es Tom Cruise y Tom Cruise es la película, a pesar de rondar el medio siglo está más joven que nunca y vuelve a demostrar el gran actor y productor que es. Pero a lo largo de la cinta se suceden una serie de elementos que te hace que te plantees qué tipo de película estás viendo o que rumbo ha tomado la saga. Me explico.


El tiempo nos ha descubierto que Misión Imposible ha sido una saga cinematográfica muy desigual. La franquicia se abrió hace ya 15 años y quien puso la primera piedra fue Brian de Palma, sirviéndonos una obra maestra del suspense y del género de espíasagentes secretos. Fue una película elegante a más no poder, tensa y emocionante. Aquellos la viesen en el cine recordarán como en la sala no se oía ni una mosca en la escena del robo de la lista Noc o cómo la platea se quedó con la boca abierta con la escena final del TGV, dándole a la cinta su verdadera categoría de "imposible". Como curiosidad, pero que revela mucho del buen cine que desprendía esta entrega, Ethan Hunt (Tom Cruise) no dispara un arma en toda la película.

Toda la elegancia que derrochaba la película de De Palma fue tirada por el retrete cuando John Woo cogió las riendas de la segunda. Woo, un hombre que rueda sus películas a cámara lenta y acelera las escenas en las que se habla, le dio a Cruise todos los cargadores de balas que no se habían utilizado en la primera. Robert Towne, el guionista, confesó que el guión era un mero hilo de conexión entre las escenas de acción que John Woo le dijo que quería rodar. Y así nos fue. Y luego llegó J.J. Abrams, uno de los hombres más inteligentes de la industria que, a pesar de ofrecernos el mejor villano de la franquicia (un Phillip Seymour Hoffman que acojonaba solo con abrir la boca), no supo mantener el ritmo a lo largo de la película. Los cinco primeros minutos prometían una genialidad, pero no se puede decir lo mismo del resto.

Y finalmente llegó Brad Bird, director de animación de la correcta Los Increíbles, la fantástica El Gigante de Hierro y esa O-B-R-A  M-A-E-S-T-R-A llamada Ratatouille. Solo había hecho animación, pero con su currículum los espectadores queríamos ver qué hacía con un material como este para su primer largo de acción real. Y Bird supera la prueba con creces, ofreciéndonos escenas para el recuerdo por su perfecta planificación y haciendo que el público se lo pase en grande. Pero si algo se diferencia esta entrega del resto es que, por primera vez, se introduce un elemento que no había aparecido en ninguna de las otras y que descoloca completamente el género al que debería adscribirse; por primera vez en la saga, en Misión Imposible: Protocolo Fantasma, aparece el humor.

¿Y qué pasa con el humor? Pues nada, que está muy bien intercalado y hay escenas en las que estamos con el corazón en un puño y, además, riéndonos a más no poder (la sensacional escena del pasillo o la del guante, no os digo más). Esto solo podía hacerlo el director de Ratatouille. Pero este humor hace que la película se aleje más del thriller o la acción y flirtee con el género de aventuras. Escenas como la pelea en el aparcamiento parecen sacadas de la saga de Indiana Jones o del cine de Spielberg (cosa que no debería extrañarnos, pues uno de los productores es Abrams) donde muchos personajes se pelean por conseguir el mismo objeto; Ethan Hunt y su equipo viajan por medio mundo de parajes exóticos al más puro estilo Bond o la reciente saga de videojuegos Uncharted. De hecho, sobre esta última, la escena del Burj Khalifa es una auténtica fase de videojuego en la que Nathan Drake ha de trepar o descolgarse, y las persecuciones posteriores bien podrían haber sido jugadas en la PlayStation 3. A lo mejor suena un poco extremista lo que voy a decir, pero si hubiésemos cambiado a Ethan Hunt por Indiana Jones u otro héroe, la película habría cambiado poco o muy poco.

Por mucho que adore a Simon Pegg y me haga reír cada vez que abre la boca, este humor es un ingrediente que debería ser administrado en su dosis correcta para no perder el rumbo. Aunque quizás el problema de la saga es que con cuatro entregas y cuatro directores diferentes jamás pudo definirse éste. El personaje de Brant (Jeremy Reener) ha sido introducido aquí para cuando Cruise decida abandonar la saga -aunque por mí que no lo haga nunca-. Pero por eso, para las futuras entregas que se hagan, al menos que mantengan el mismo director. Y si es con Brad Bird, el éxito y los niveles de calidad estarán asegurados de por vida.