Ayer se estrenaba Shame en el Festival de Sevilla, arropada por el prestigio y los dos premios que había recibido en el Festival de Venecia y la mención especial a Fassbender en el de San Sebastian. La última película de Steve McQueen prometía hacer un retraro de un adicto al sexo que dejara clavado al espectador gracias a la actuación de MagnetMichael Fassbender, quien recoge premio a mejor actor allá por donde pase.

La película comienza con un Fassbender andando en pelotas por el pasillo y meneando (gratuitamente) la churra por todo el espacio que le dejó el 2:35:1 de la pantalla panorámica. McQueen sentaba sus bases: vamos a ver desnudos, la producción es inglesa, esto es cine europeo y lo vais a pasar mal. Fassbender demuestra que es uno de los mejores actores de su generación (por no decir que el mejor) y nos brinda planos y miradas con las que es capaz de follarse al personaje que tiene en frente, con tan solo mirarla. Su personaje y su actuación es soberbia. Pero ante una prodigiosa primera mitad de la película, donde vemos a un Fassbender torturado por su adicción, McQueen cae en el mayor de los convencionalismos y, por qué no decirlo, de los ridículos.

A partir de que el Brandon tenga #spoiler (arrastra para iluminar) su gatillazo #finspoiler la película comienza a caer en picado hacia el tópico y hacia el sinsentido. Si el personaje de Carey Mulligan, su hermana en la ficción, entraba en el juego del guión para provocar situaciones incómodas (como la que se produce con su jefe), el personaje de Sissy queda completamente desaprovechado. Estorba y no añade ni resta nada a Brandon. Además, que la relación entre ellos canta a leguas, y debería haberse exprimido más. Para colmo, la última decisión que toma ella parece sacada de un corto de estudiante de primero de carrera. Al igual que el bochornoso plano de Brandon llorando en el puerto.

Como siempre he de hacer un pequeño apunte a las bandas sonoras si estas me parecen destacables, he de decir que Harry Escott debería sentir vergüenza por plagiar tan descardamente el bellísimo tema Journey To The Line escrito por Hans Zimmer hace 13 años. Es un calco de principio a fin, vergonzoso.

En definitiva, y para no aburriros, McQueen es elegante cuando quiere mostrar al personaje de Fassbender y cutre cuando no sabe cómo planificar la escena. Muchas de las escenas de sexo son demasiado largas y absolutamente gratuitas (por mucho que se agradezca a la vista el primer desnudo integral de Carey Mulligan hay que reconocer que es puramente gratuito, igual que los de Fassbender). Lo bueno que hay que sacarle a la propuesta es que en determinado momento de la película llegas a preguntarte si el resto de personajes están todavía más enfermos que Brandon y cuánto de tu vida privada compartes con él. Y la respuesta es sí: mucho.