No sé qué fama me habré ganado con el tiempo, pero muchos de vosotros esperabais con ganas el que redactase la crítica que hoy nos traemos entre manos: Crepúsculo IV (sí, me resulta más divertido hacer ver que vamos ya por la cuarta y todavía nos queda otra). Difícilmente pueda hacerlo mejor que Rafa Martín en Las Horas Perdidas, sin duda una de las críticas que más he disfrutado leyendo en mi vida por su originalidad y gracia, no os la perdáis. De todos modos, os agradezco la fama que me estoy criando, creo que en verdad disfruto con ella. Bromas aparte, quisiera que entre todos sacásemos a relucir un par de aspectos que -al menos- a mí me han interesado curiosos.

Kristen Stewart parodiando
a la actriz de 'Híncame el Diente'
Ni que decir tiene que nos encontramos ante el bodrio del año. No la juzgo a través de los prejuicios que arrastra la saga desde hace tiempo y que en esta se siguen cumpliendo por decreto ley; la estoy juzgando desde el punto de vista que dura dos horas y no ocurre absolutamente nada. Casi le gasto la pila al reloj de pulsera de tantas veces que pulsé el botón de la luz para ver qué hora era, porque iba viendo que los minutos transcurrían y transcurrían sin que pasase absolutamente nada, sin conflictos, sin tiranteces entre los personajes... nada. Cualquier director, productor y guionista en su sano juicio hubieran resuelto la papeleta de la boda en 10 minutos, la luna de miel en 5 y el tema del embarazo en 20. Pero Amanecer cojea de la misma pata de la que cojeaba Harry Potter: ¿por qué ganar 850 millones de dólares con una sola película... pudiendo ganar 1.700 millones de dólares con dos?

Ante las crisis de espectadores a lo largo de la historia del cine, Hollywood se las ha visto y deseado para atraer espectadores a las salas. En 2008-09 se sacaron de la manga el truco del 3D. Y en vistas que quizá se agote... el nuevo truco de este año es hacer que los espectadores paguemos dos veces por ver la misma película. Los nuevos cracks de la mercadotecnia. Desde el punto de vista del empresario es una jugarreta perfecta, si todos fuésemos los productores de esta saga hubiésemos hecho lo mismo. Pero desgraciadamente nos encontramos desde el punto de vista del espectador que comienza a hartarse. Y no solo del espectador que se harta, ahora somos los espectadores de la saga tres años después, y todo aquello que se viese con impaciencia (o incluso ilusión) en las primeras entregas el paso del tiempo lo ha convertido en el mayor de los ridículos y absurdos comerciales de los últimos años. Además, la película termina plagiando a Avatar y en un punto en el que, sinceramente, te importa tres pimientos qué ocurre después. Es más, si Crepúsculo hubiese terminado así incluso hubiera sido un buen cierre. Todo lo que pueda ocurrir ahora con el personaje Michael Sheen nos la resbala a quienes no hemos leído los libros.

Si pasamos a comentar lo puramente cinematográfico, he de confesar que no había visto ninguna película de Bill Condon (Kinsley, Dreamgirls) con anterioridad. Mal comienzo. Pero al ver esta he de decir que la dirección de Condon me parece una de las más impersonales, frías y -por qué no decirlo- malas que jamás he visto. Hasta la de Catherine Hedwick (Crepúsculo I) era mejor. Sales del cine diciendo esta película podría haberla dirigido cualquiera. Lo único reseñable es el auto-guiño a la primera película del director: Dioses y Monstruos. Pero el problema es que la saga ha llegado a una altura en que la audiencia ha crecido: al igual que Potter se iba haciendo más adulto y responsable a lo largo de 8 interminables entregas, la audiencia de Crepúsculo ha crecido (¡O NO!). La defloración de Bella, algo que la audiencia prepúbere llevaba años esperando ver, se resuelve desde la óptica del puritanismo norteamericano de los besos, el pianito de fondo y el fundido a negro. Un director como Condon debería haber ahondado en los pollazos y los moratones que le deja Edward, una supuesta violencia sexual que no se cree nadie porque, por muy destrozada que esté la habitación, Bella anda tan normal por la casa en pijama, cuando debería ver las estrellas al sentarse en el sofá. A Bill Condon le ha faltado crudeza para las nuevas generaciones. Como decía Rafa Martín si el parto lo hubiese rodado el David Cronnenberg de hace 20 años los espectadores hubieran tenido pesadillas durante tres semanas.

Robert Pattinson parodiando a Kristen Stewart

Siguiendo con lo cinematográfico, me niego a comentar nada sobre las actuaciones del trío calavera. Incluso pongo la mano en el fuego al decir que Pattison y Lautner están ganando, algo lógico después de haber hecho ya 4 películas (peor no lo pueden hacer). Pero si hay a alguien del equipo técnico que verdaderamente mutilaría y descuartizaría es a Carter Burwell, el compositor de la banda sonora, y después al supervisor musical, dos personas que como amante de la música de cine han hecho que sintiera vergüenza ajena de escuchar el acompañamiento sonoro de las imágenes. Y pensar que la anterior entrega la musicó Howard Shore, qué triste declive.

Y para finalizar esta crítica, pues soy consciente que comienzo a aburrir, animo a todos los que vayan a verla a que estén atentos a los discursos morales y religiosos que entran en conflicto en la cinta. Es un verdadero disfrute observar cómo la película empieza con el mayor de los puritanismos (el llegar virgen a los 40), para pasar por el discurso pro-abortista que finalmente es vencido por la moralidad cristiana y el mayor de los egoísmos (da igual que la "cosa" que llevas dentro te esté matando que tú lo quieres tener porque te da la gana) que la Stephenie Meyer haya impreso nunca en un guion. Aprended niñas.