La etimología que algunas de las palabras del idioma inglés, toman en nuestra lengua, se remonta a una época en la que el cristianismo no era la religión mayoritaria en el mundo occidental. Así sucede, por ejemplo, con los días de la semana, dedicados en castellano a las distintas deidades del panteón greco-latino (y que coinciden, en este caso, con los cuerpos celestes de nuestro sistema solar):
  • El lunes es el día de la Luna (relacionada con la deidad Diana Cazadora). 
  • El martes es el día de Marte (dios de la guerra).
  • El miércoles, el de Mercurio (dios del comercio, los viajeros y los engaños).
  • El jueves, el de Júpiter (dios de la luz y el cielo, y por supuesto, las tormentas).
  • El viernes, el de Venus (diosa de la belleza).
  • El sábado, el de Saturno (dios de la agricultura).
  • Y el domingo, que correspondía originariamente al día del Sol, pasó a convertirse, tras el cristianismo, en el día del Señor.

Otro tanto ocurre con los días de la semana en inglés, pero en este caso, si bien coinciden algunas de las características de las deidades, hacen referencia a los dioses del panteón nórdico.
  • El domingo (primer día de la semana anglosajona) es el día del Sol, Sunday; 
  • El lunes, el de la Luna, Monday; 
  • El martes, el del originario dios de la guerra Tyr (posteriormente dios de la justicia), Tuesday; 
  • El miércoles, el del dios de la guerra y la muerte Odín (también llamado Woden, Wodan o Wotau), Wednesday; 
  • El jueves, el del dios del trueno y las tormentas Thor, Thursday; 
  • El viernes, el de la diosa de la fertilidad y esposa de Odín, Frigg, Friday; 
  • Y el sábado, curiosa y probablemente debido al planeta, hace referencia a Saturno otra vez, Saturday.

Thor es ese personaje del cómic que tan solo lo habíamos visto junto a otros cuatro berracos en Los Vengadores, preludio al que supuestamente debe ser el blockbuster definitivo. Su figura sola no la conoce apenas nadie. Bebedor de miles de fuentes, el Thor que se nos presenta es el relato de la Bella y la Bestia mezclado con Excalibur y un poquito de Hércules de Disney pasando por Superman. Aterrizado en Estados Unidos, la nueva Bestia (Chris Hemsworth, literalmente, está inflado) no conseguirá sacar la espada de la piedra hasta que se vuelva digno del amor de la bella (o la más bien frígida Natalie Portman). Como película introductoria, la cinta cumple a la perfección su papel y nos deja con ganas de (leer) más

La mayoría de posts y críticas 2.0 que podemos encontrar en la red se centran en la (supuestamente) espantosa dirección de Kenneth Branagh, la cual yo considero de lo más correcta; no había director más idóneo para una adaptación como esta, un relato mitológico que termina convertido en un violento choque entre hermanos por el amor de su padre. La crítica 2.0 le acusa de que cómo es posible que un director como él, virtuoso del objetivo capaz de hacer las mejores proezas con la cámara, no haya estado más inspirado. Pero no voy a incidir en ello, para eso visiten el resto de blogs de los mismos críticos 2.0 que, de haber hecho virguerías con la cámara, le hubieran acusado de intentar asemejarse a un videojuego. 

Pero el verdadero dios de la función no es Thor ni Anthony Hopkins con una chapa en el ojo. El dios de toda esta inventiva es Stan Lee quien, tras más de 50 años de trabajo, ha reinventado mitos y deidades mitológicas como la que nos ocupa para traerlas a las nuevas generaciones. Imaginaos a un noruego viendo esta película y la cara que se le debe de quedar al ver cómo perpetran los símbolos de sus religiones antiguas. Da igual, te lo crees, queda tela de guay, el diseño de Asgard y toda la nueva mitología es espectacular. Incluso cuando los dioses nórdicos con aspecto de chino hablen... con acento chino. Stan Lee es el Prometeo de la cultura popular, el nuevo Hermes encargado de convertir los antiguos mensajes y valores para las nuevas generaciones en las que, directamente, no se sabe lo que es un Dios.