Jim Carrey está ya mayor. Y eso se nota. Han pasado ya la friolera de 16 años desde que se hiciera popular en nuestro país gracias a La Máscara y Ace Ventura, ambas del mismo año. A partir de entonces nos llegó un aluvión de títulos que bien podríans enmarcarse dentro de las mejores películas de la historia, como Dos Tontos Muy Tontos, la secuela de Ace Ventura, Mentiroso Compulsivo y Yo, Yo Mismo e Irene. Poniéndonos serios, hay que reconocer que Jim Carrey siempre ha querido que se le vea la faceta de gran actor que es, no sólamente por ser el caricato de los Farrelly, sino demostrándolo en la sosísima Man In The Moon, en la aburridísima Olvídate de Mí y, sobre todo, con El Show de Truman, verdadera obra maestra por la que ni siquiera le nominaron.

Para quienes no la conozcan, Philip Morris, ¡Te Quiero! nos cuenta la historia de Steven Jay Rusell (el Philip del título es un secundario), un famoso estafador americano (no os vayáis a pensar que 'lo gay' es el tema central de la película, porque no lo es) que por culpa de su derrochadora vida no le queda otro remedio que estafar a las compañías de seguros para ganar dinero y pagarse todos sus vicios. No tardará en que lo metan en la cárcel, donde conocerá allí a su verdadero amor, a Philip Morris, por quien hará mil y una estratagemas para sacarle de prisión y donde intentará otros mil intentos de fuga.

UNA PELÍCULA INDEFINIDA
Jim Carrey tiene ya 48 años, pero sus músculos faciales (que controla a la perfección) aun tienen ganas de marcha. Y esto no sería un problema si Philip Morris, ¡Te Quiero! estuviese claramente definida como una comedia, pero no lo está, y aquí tenemos el problemilla: que la película baila constantemente entre la comedia, el biopic y el drama sin decidirse claramente por ninguna. Y eso le crea un lastre, porque no sabemos muy bien si reirnos, si llorar... Por una parte no nos vamos a encontrar con la clásica biografía, sus directores se alejan extremadamente de los cánones de este género y nos presentan un producto muy novedoso e incluso impactante.

Por la otra parte, como Jim Carrey sigue teniendo el tirón que tiene los distribuidores y productoras siempre querrán aprovecharse de él y promocionarlo como la estrella. Pero no se trata de la clásica comedia tronchante con la que conseguía sacarnos las carcajadas la década pasada. De hecho son más los momentos dramáticos (algunos con muchísimo humor, eso sí, pero no para partirnos el pecho). Así que por esa parte el espectador que vaya a verla queda advertido. Aun así, a pesar del histrionismo que siempre le ha caracterizado, Carrey vuelve a adueñarse del papel y a comerse la pantalla cada vez que sale, haciendo suyo y único el personaje para siempre.

Quien nos vuelve a demostrar que seguramente sea el mejor actor de su generación es Ewan McGregor, quien dota a Philip Morris de una personalidad totalmente adorable y achuchable. Podría catalogarse dentro del estereotipo de mujer perfecta (o mejor dicho, hombre perfecto), pero aun así vuelve a meterse en la piel de un personaje completamente diferente a todos los que había hecho (pasando por los Obi Wanes galácticos, por los escritores de Polanski y escritores cantarines de Lurhman, por los Camarlengos de Dan Brown y sin olvidarnos de Big Fish y mil más), un papel nuevo en el que vuelve a encajar a la perfección.

UNA PELÍCULA ATREVIDA
Pero si hay algo que hay que reconocerle a la película, a sus directores y -sobre todo- a sus actores es que se hayan lanzado a la piscina con toda la buena fe del mundo. Porque cuando uno ve la cinta comprende que sus creadores la han hecho sin ningún propósito en absoluto de ganar dinero con ella. Es más, viéndola comprende uno los problemas de distribución que tiene. De hecho, en USA sigue sin ser estrenada, algo medianamente comprensible conociendo que allí censuran cuando Janet Jackson se saca una teta. Es lógico que ver a Jim Carrey endiñándole por el c*lo explicitamente a un tío con bigote tenga dificultades para ser estrenado. De hecho, hay escenas que para el espectador 'corriente' no serán agradables de ver, os lo aseguro. Incluso algunas llegan a ser desagradables. Pero vuelven a ser atrevidas, de nuevo. Es aplaudible el valor de actores y directores por, a pesar de todos los problemas que tenga para ser vista, querer hacer esta historia. Y ya que hablamos de política americana, le sobra la alusión final que hacen al Gobierno Bush (totalmente innecesaria y oportunista).

En definitiva, con Philip Morris nos volvemos a encontrar a un Jim Carrey que quiere hacernos volver a reír como antaño, pero los tiempos de la comedia loca han pasado. Además que la indefinición de la película no ayuda, nos descoloca. Pero merece la pena por ver el empeño que le ponen sus creadores y sus actores, con un Ewan McGregor en estado de gracia.