Me van a permitir que comience el 2017 retomando por enésima vez este blog y prometiéndole como propósito de año nuevo a esta bitácora no dejarla caer en el olvido. En el último año comencé mi aventura radiofónica en Sevilla Futbol Club Radio, donde acabé creando junto a mis compañeros Miguel Ángel Vázquez y Roberto Deglané nuestro propio programa de radio: Cinema Paradictos. Ha sido esta la razón y el cambio de hábitos en el consumo de crítica cinematográfica -a lo que he de sumarle la pereza, a quién quiero engañar- lo que me llevó a dejar aparcado este pequeño espacio de la palabra escrita en pos de la hablada.

Pero hay ciertos temas que se hacen demasiado extensos para resumirlos en tan solo 140 caracteres o para comentarlos ante un micrófono sin que se te escapen los oyentes. Y desde que el pasado mes de diciembre escuché el podcast de Todopoderosos sobre Star Wars no me quedó más remedio que detenerme en la calle y anotar el momento exacto en el que Rodrigo Cortés, director de Buried (Enterrado) y Luces Rojas, tomó la palabra y expresó su opinión sobre las famosas y polémicas precuelas de George Lucas. Palabras que suscribo al 100% y que me servirán para retomar un debate junto a los lectores que hayan tenido el valor de leerlas hasta el final:

"El Episodio VII - El Despertar de la Fuerza es una película que seguramente empezaremos a valorar, en uno o en otro sentido, dentro de cinco de años. Porque aún no tenemos ni idea de qué hemos visto. Porque una película con una carga como esta de expectativas al final no se valora en virtud de lo que la propia película es, sino de lo que esperamos de ella. De lo que querríamos de ella, de si satisface o no esas expectativas. Y en ese sentido viví de forma muy clara que, en términos generales, que satisfacía las de todos los espectadores que reaccionaban como un solo hombre a la vez. Y de alguna manera encontré eso parcialmente frustrante.

Me sucede por ejemplo con las tres películas de las que hemos hablado [las precuelas] que con todas sus imperfecciones muestran un intento muy valiente por seguir explorando un determinado mundo y darle al espectador algo más de lo que desea. Lo que el autor cree que necesita, al margen de que acierte o no. Y muchas veces me encuentro con que muchas de mis películas favoritas son muy imperfectas, que no son redondas ni falta que les hace.

Y lo que sí que creí percibir al ver esta película [El despertar de la fuerza] es que de alguna manera había sido muy fríamente diseñada para satisfacer a un montón de fans que llevaban décadas protestando. De alguna manera esta misma gente, que de alguna otra le arrebataba la paternidad a Lucas sobre su propia obra, sentía que recuperaba el control. Y de algún modo tenía la impresión de que se había escrito la película al dictado de fans y blogueros, como si todo aquello que les enfadara hubiera sido -de forma muy consciente- proscrito y se hubieran explorado esas vías que los fans sugerían. Y de ahí esa naturaleza retro: me gustaban las naves del principio, tú me has seguido mostrando planetas, me has seguido mostrando determinadas tecnologías, pero yo no quiero esos planetas, no quiero esas tecnologías, por favor vuelve al primer planeta. Y que Jar Jar Abrams les dijera 'sí, sí, eso es lo que voy a hacer, seguid diciendo' y que él estuviera con una libreta anotando.

Y la película creo que está muy bien rodada, es casi un alivio ver cómo recupera los 35mm, huyendo de nuevo del digital y cómo eso vuelve a coger verdadero peso, cómo eso está iluminado en términos atmosféricos mucho más poderosos; y a la vez tengo la sensación que J.J. trata de hacer más de Spielberg que de Lucas narrativamente, sin llegar por supuesto a esa maestría, pero es que a esa maestría no llega absolutamente nadie. Y que la película a veces, en términos estrictamente narrativos, está como muy cerrada sobre sí misma, es como que hay primeros planos, planos medios, las cosas funcionan muy bien en esos términos pero no tiene ese cuerpo y esa distancia que tiene el resto de la saga.

Así que mi reacción fue agridulce, no tengo verdaderos peros que poner a la película porque la película es objetivamente estupenda en muchos aspectos pero a la vez sentía esa pequeña frustración -no diré decepción- de no sentirme desafiado. De no sentir que nadie fuera en mi contra. De no sentir que se me desobedecía y que alguien marcaba un camino para que yo lo siguiera. Porque tengo la impresión de que un autor debe marcar el camino, no el lector y no el espectador. Es el autor el que abre nuevos caminos y por eso es el autor, por eso es el escritor o por eso es el director. Porque el espectador tiene otra función."

Personalmente poco puedo añadir más a lo que ya ha definido perfectamente Rodrigo Cortés. Particularmente soy defensor de las precuelas y de la labor de George Lucas como director porque sí considero que al menos Lucas era alguien que arriesgaba. Un director que a pesar de tener sus carencias -yo sigo pensando que las escenas de acción de las tres películas están perfectamente ejecutadas y diseñadas- era alguien que expandía la experiencia cinematográfica y no se limitaba meramente a reproducirla, como hizo Abrams. Lo que en el lenguaje de la calle vendría a definirse como "más de lo mismo".

Otro tanto de lo mismo viene a pasar con la última entrega, Rogue One, que a pesar de introducirse en algunos planetas nuevos el verdadero plato fuerte del menú siguen siendo las llamadas a la nostalgia y a lo visto anteriormente, ya sea el Gobernador Tarkin, el delincuente al que Luke le corta el brazo en la cantina del Episodio IV y su compañero, Darth Vader o una nueva y digitalizada Princesa Leia.

(Apunte para futuro post: la polémica que está surgiendo sobre legislar o no la posible utilización de la imagen de actores fallecidos para películas que o bien no pudieron completar -como el caso de Paul Walker y Fast 7 o Oliver Reed en Gladiator- o por las que no firmaron, como Peter Cushing.)

Y es que este reciente problema de la autoría que destacaba Cortés ya podemos empezar a verlo en futuras entregas que aún nos tienen que llegar, como Alien: Covenant. Cuando la saga se reinició en 2012 -la película más polémica de aquel año, sin duda, otra que me parto la camisa por defenderla- se habló de trilogía nueva y, aunque claramente estaba ligada al universo Alien, Scott afirmó una y otra que se apartaría de ella. Y como el experimento les salió mal, poco hemos tardado en comprobar por la red (dónde si no) que el primer material no solo incluye al famoso xenomorfo, sino que su propio nombre bautiza la nueva entrega. No vaya a ser que volvamos a enfadar a los fans como hizo Damon Lindelof hace cinco años, la única persona que salió verdaderamente herida de aquel proyecto. Por arriesgar.

Y por ir cerrando con un último ejemplo, la nueva adaptación de Disney de su oscarizado clásico La Bella y la Bestia parece que será una mera traslación de aquellos dibujos a efectos especiales fotorealistas. Los mismos personajes. Las mismas canciones. La misma nostalgia. No solo servirá para acercar a nuevas generaciones a esta historia que muchos seguramente no conocerán, sino para atraer en masa llamados por la nostalgia de los que vivimos aquel estreno de 1991. La jugada es perfecta, puesto que los adolescentes que consumen cine iban a ir a verla sí o sí, el problema son aquellos espectadores por los que ya han pasado 26 años, que seguramente ya sean padres, tengan otras responsabilidades y dispongan de mucho menos tiempo. Pero esto ataca a lo profundo, ataca al corazón. ¿Pero a qué precio? A que en estos nuevos productos no hay riesgo ninguno, no vaya a ser que desatemos la ira del fan en las redes sociales porque no se corresponda con lo mismo que ellos vivenciaron veinte años atrás. No vaya a ser que lo situemos en espacios incómodos donde no vean reproducido de nuevo aquel disfrute o gozo en el que participaron décadas atrás. Una lástima que ya no se nos lleve por caminos nuevos.