En el prólogo de 300: El Origen de un Imperio (Noam Murro, 2014) se nos cuenta el origen de Xerxes y de cómo este, a través de las manipulaciones de Artemisa, termina convertido en un Dios-Hombre. En un principio Xerxes no es más que el hijo de un rey que ve cómo su padre muere a manos de una flecha lanzada por el general ateniense Temístocles. En este mismo prólogo, narrado por la reina espartana Gorgo (una narración de Lena Heady que vuelve a justificar los mismos excesos narrativos que justificaron la narración de Dillios en la primera entrega), podemos ver cómo Xerxes corre hacia su padre y lo sostiene en brazos con una flecha atravesada y, a partir de ese momento, el griego Temístocles se lamentará a lo largo de toda su vida de no haberlo matado también, cuando lo tenía a tiro.

Esta misma reflexión se repite en varias escenas de la película, haciendo de su discurso uno de los más demeciales que podremos ver en años. Los "héroes" de la película se lamentan de que si hubieran matado al hijo del rey también no estarían viviendo la guerra en la que se han vuelto inmersos. Es decir -o al menos así lo veo yo desde mi punto de vista-, los creadores de esta cinta están justificando las invasiones y las decisiones bélicas del gobierno estadounidense de la última década, por no decir que están dando por válido que si se mata a cierto individuo para (hipotéticamente) salvar vidas éste debe ser eliminado. No sólo está justificando las decisiones militares, sino que además la película vuelve a jugar con los mismos estereotipos que manejaba la primera y los sube un escalón más: ahora nos presenta a los persas como gente, entre otros, que se lanza a los terrenos del enemigos con mochilas bomba (no bromeo). 300: El Origen de un Imperio no ofrece nada excepto una violencia muy mal filmada (que logra convertir las escenas de su antecesora en un auténtico ballet), desmembramientos, explosiones y galones y galones de sangre digital para disfrute y regocijo en 3D. Viendo el poco gusto con el que está rodado todo, no es de extrañar que el público al que le pueda gustar esta nueva entrega acepte como válidas las justificaciones bélicas que vuelven a salir de la boca de los guerreros griegos, no vaya a ser que el discurso que proponía su antecesora pierda vigencia.