Tas haber visto "Paris, je t'aime" (2006), "New York, I Love You" (2009) e incluso "Moskva, ya lyublyu tebya!" (2010), hoy me he dado de bruces con la versión romana de esta moda cinematográfica de mostrar los encantos turísticos de una ciudad mediante micro-historias románticas. Lo esperpéntico de todo esto es que quien la dirige es Woody Allen y no Rob Reiner. Seguramente sea el crítico nº 754 que compare "A Roma Con Amor" con esta franquicia, pero no se me ocurre otro producto más evidente con la que hacer una analogía. 

Después de pasearse por Londres, Barcelona y París cual Labordeta gracias a los programas europeos de ayudas al cine, A Roma Con Amor nos muestra 4 historias completamente separadas y sin ninguna relación entre ellas. Todo lo que sucede alrededor de los padres del personaje de Allison Pil (1), la pareja en la que se ve involucrada Penélope Cruz (2), el binomio Baldwin-Eisenberg (3) y todo el mundo de la fama que rodea a Roberto Benigni (4). Creo que no me dejo ninguna. Lo único de especial es que estas historias están mezcladas en la sala de montaje, pero incluso puede que funcionasen mejor aisladamente. Pero todo el mundo sabe lo que pasa con este tipo de productos de micro-historias independientes como Amores Perros, Sin City... que las últimas historias ya no te interesan, y eso era algo que Allen no se podía permitir.

Actores estadounidenses de paseo por Europa.
Woody Allen es, al igual que Quentin Tarantino, uno de los personajes del mundo del cine que no tiene término medio: o te encanta o lo odias. Yo soy de los segundos. Tengo un problema con él, lo reconozco, y es que no aguanto al personaje en el que se ha convertido y que lleva representando durante 40 años. Me cansé de sus problemas sexuales, judíos y psíquicos. Cuento como anécdota que la película donde mi odio se convirtió en algo ya personal fue Antz (1998), donde Allen ponía la voz a una hormiga que iba al psicólogo y tenía problemas de pareja. Hasta ahí llegué.

Pero mi problema es con el personaje en sí, no por cómo Allen dirija o escriba. No miento cuando digo que otras obras suyas recientes como Match Point (2004), Vicky, Cristina, Barcelona (2008) y Midnight in Paris (2011) me gustaron mucho. Y creo que porque no salía él (¡dato importante!). Incluso A Roma Con Amor me hubiese resultado más llevadera de no ser porque cada micro-historia tiene su mini-woodyallen particular: Ellen Page, Jesse Eisenberg, Judy Davis, Alessandro Tiberi y un histriónico Roberto Benigni son todos fieles representaciones (o reencarnaciones) del Woody que no actuó durante tantos años. En algún momento todos se psicoanalizan a sí mismos y nos cuentan al público en voz alta los problemas que tienen.  Allen por su parte nos advierte a nosotros, espectadores, que él ve la jubilación como la muerte y que no piensa dejar de trabajar, necesita trabajar. Y a mí me parece muy bien, solo que espero que en su próxima película vuelva a eliminarse de la ecuación final. 

En definitiva, y para no aburrir, Allen logra sacarnos risas aisladas y auténticas carcajadas, pero esto último solo lo logra con un personaje en cuestión. Solo uno. El resto sigue siendo más de lo mismo.